Por ing. Ramón Batista

En las faldas de la majestuosa montaña del distrito municipal de Zambrana en Cotuí, provincia Sánchez Ramírez, una batalla desigual se libra día tras día. Los pobladores de comunidades como El Naranjo, Rayo, Laguna Arriba, La Piñita, La Cerca, Arroyo Vuelta, Laja y Las Tres Bocas se mantienen en pie de lucha contra un gigante que amenaza no solo su modo de vida, sino la esencia misma de su existencia: el agua.

Por tercera vez en una sola semana, la tranquilidad de la madrugada fue quebrada por el estruendo de motosierras. Aproximadamente a las 5:00 de la mañana, personal de Barrick Gold, acompañados de militares y equipos pesados, penetraron en la montaña donde nace el río El Naranjo, la única fuente de agua que sostiene a más de seis comunidades. El rugido de las máquinas presagiaba la destrucción: decenas de árboles centenarios, guardianes naturales del agua, fueron talados sin contemplación.

Nos están matando en vida“, exclama doña María, una anciana que ha vivido toda su vida en El Naranjo. “El oro no se bebe, no calma la sed de nuestros niños, no riega nuestros cultivos. ¿De qué nos sirve que haya oro bajo nuestros pies si no tenemos agua para vivir?

La paradoja del oro: destrucción en nombre del progreso

La Barrick Gold, multinacional con presencia en varios continentes, ha dejado una estela de destrucción ambiental dondequiera que ha operado. En Chile, los glaciares andinos han retrocedido dramáticamente por sus operaciones. En Papúa Nueva Guinea, los ríos han sido contaminados con metales pesados, dejando comunidades enteras sin acceso a agua potable. En Tanzania, miles de personas han sido desplazadas de sus tierras ancestrales.

La destrucción que ahora amenaza la cabecera del río El Naranjo sigue el mismo patrón que la compañía ha replicado en otros países: primero la tala del bosque, luego la construcción de infraestructuras para la extracción, y finalmente, la contaminación irreversible de las fuentes hídricas.

“El oro es un metal que brilla en las bóvedas de los bancos mientras nuestros ríos se secan”, reflexiona Juan Pérez, coordinador de la resistencia comunitaria. “No podemos beber oro, no podemos sembrarlo, no alimenta a nuestras familias. Sin embargo, por ese metal están dispuestos a destruir lo único verdaderamente valioso: el agua que nos da vida”.

La resistencia de las comunidades

A pesar de la magnitud del desafío, los comunitarios han tomado una decisión firme: defender lo que es suyo. Han establecido un campamento permanente en la montaña, vigilando día y noche para impedir que la maquinaria de la Barrick Gold siga devorando el bosque que protege sus fuentes de agua.

La madrugada del jueves, cuando escucharon las motosierras, no dudaron en movilizarse. Decenas de personas acudieron al llamado y confrontaron a los trabajadores de la minera, quienes, según reportan los lugareños, respondieron con maltrato verbal y amenazas, apuntándoles con armas.

“Estamos dispuestos a morir por nuestra tierra”, afirman los comunitarios. “Porque sin agua no hay vida, y lo que está en juego es la supervivencia misma de nuestras comunidades”.

En asamblea comunitaria, los habitantes de las zonas afectadas han decidido radicalizar su lucha: paralizarán cualquier actividad de la Barrick Gold, impidiendo el paso de sus vehículos y maquinaria. También exigen un reasentamiento digno para las familias afectadas y una justa compensación por sus tierras y cultivos.

Comunitarios de Cotuí en pie de lucha contra la Barrick Gold (Fuente Externa)

El oro: ¿A qué costo?

El contraste es brutal: mientras el oro extraído por Barrick Gold termina en joyas de lujo, lingotes en cajas fuertes o componentes electrónicos, las comunidades de Zambrana ven cómo su futuro se desvanece con cada árbol talado, con cada palada de tierra removida.

El río El Naranjo no es solo una fuente de agua; es el corazón palpitante de un ecosistema complejo que sostiene la vida en toda la región. Sus aguas riegan los cultivos que alimentan a cientos de familias, sacian la sed de los animales domésticos y silvestres, y mantienen el delicado equilibrio de la biodiversidad local.

“Nos hablan de desarrollo, pero ¿qué desarrollo puede haber cuando destruyen lo esencial para la vida?”, cuestiona Carmen Rodríguez, maestra de la escuela local. “El oro se irá de aquí en barcos y aviones, pero la destrucción se quedará con nosotros para siempre”.

Un historial de devastación global

La lucha de los comunitarios de Cotuí no es un caso aislado. La Barrick Gold ha dejado un rastro de destrucción ambiental en diversos países:

  • En Argentina, la mina Veladero ha sufrido múltiples derrames de solución cianurada que han contaminado cinco ríos en la provincia de San Juan.
  • En Papúa Nueva Guinea, la mina Porgera ha sido acusada de verter desechos tóxicos directamente en los ríos, causando enfermedades en las poblaciones río abajo.
  • En Tanzania, la mina North Mara ha sido vinculada a más de 300 casos de envenenamiento por metales pesados en comunidades circundantes.
  • En República Dominicana misma, la operación anterior de Barrick Gold en Pueblo Viejo dejó pasivos ambientales que aún hoy, décadas después, siguen contaminando las aguas superficiales y subterráneas.

“La historia se repite porque permitimos que se repita”, sentencia Roberto Méndez, ambientalista local. “El agua es vida, el oro es vanidad. Sin embargo, estamos sacrificando lo primero por lo segundo”.

El silencio cómplice

Lo que más indigna a los comunitarios es el silencio de las autoridades. “El Estado nos ha abandonado”, lamentan. “Las instituciones que deberían protegernos están mirando hacia otro lado mientras nos destruyen el futuro”.

Las leyes ambientales dominicanas prohíben la tala en zonas de nacimiento de ríos y establecen perímetros de protección alrededor de las fuentes de agua. Sin embargo, la Barrick Gold parece operar con impunidad, respaldada por fuerzas militares que, en vez de proteger a los ciudadanos, custodian las máquinas que destruyen su hábitat.

“Nos preguntamos a quién sirve realmente el Estado”, cuestiona Elena Jiménez, activista comunitaria. “Si permite que una empresa extranjera destruya las fuentes de agua de sus propios ciudadanos, ¿a quién está representando?”

Un futuro incierto

Mientras la Barrick Gold avanza con sus planes de construir una nueva presa de colas y una carretera que facilitará la explotación minera, los comunitarios temen por su futuro. La experiencia en otros lugares donde ha operado la minera muestra que los daños ambientales suelen ser irreversibles.

Las presas de colas, donde se almacenan los desechos tóxicos del proceso minero, representan una amenaza latente para toda la cuenca hidrográfica. Un solo fallo en estas estructuras podría liberar millones de toneladas de lodos contaminados con metales pesados, cianuro y ácido sulfúrico, devastando ríos y tierras a kilómetros de distancia.

“No estamos luchando solo por nosotros”, afirman los comunitarios. “Estamos luchando por nuestros hijos, por los que vendrán después. Porque cuando el último árbol sea cortado y el último río contaminado, entenderemos que el oro no se puede beber”.

La paradoja final

La ironía más cruel es que la República Dominicana, un país bendecido con abundantes fuentes de agua, enfrenta ya problemas de escasez en muchas regiones. La destrucción de nacimientos de ríos como El Naranjo solo agravará esta situación.

El agua es el verdadero oro“, reflexiona don Pedro, un agricultor de 78 años. “Sin ella no hay cultivos, no hay alimentos, no hay vida. El metal amarillo que tanto codician no calma la sed ni alimenta a nadie. Es un espejismo por el que estamos sacrificando lo realmente valioso”.

Mientras tanto, los comunitarios de Zambrana siguen en pie de lucha, vigilantes día y noche, decididos a defender lo que saben es más precioso que cualquier metal: el agua que da vida a sus comunidades y el bosque que la protege.

“Que el mundo sepa”, claman, “que aquí, en las montañas de Cotuí, un puñado de dominicanos están dispuestos a todo por defender el verdadero tesoro: la vida misma”.

1 COMMENT

  1. Excelente! A defender en agua de nuestro país, que es vida! Avariciosos que andan tras El Oro que es un metal que da dinero pero no alimenta vida y pueblos. Señor presidente Abinader, salve al pueblo, la tierra, saque esos comerciantes de ahí!

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